sábado, 3 de diciembre de 2011

Jugábamos a vernos cíclopes entre finas sábanas, a cargar el aire con nuestro aliento, a empañarnos, a crear estalactitas en las ventanas. En noches cargadas de erotismo donde las palabras se perdían entre gemidos, y tus gemidos se perdían en mi cama.

Suavemente te desnudaba, casi soñando, con mis dedos tocando el suave piano que formaba tu piel, esperando escuchar sus notas, divina música. Tú, tratabas de resistirte a mis encantos, pero no podías, mis manos juguetonas te perdían, mis miradas perversas te encantaban.

Y así, siempre podía admirar de nuevo el mapa de tu piel, y repasar sus cordilleras con mis labios, acariciar sus mesetas y valles, como si fuera la primera vez, descubriendo un mundo que nunca era igual que la noche anterior. Haciendo florecer campos de rosas en la habitación, haciendo llegar la primavera, mientras fuera llovía.

Y así, mientras el aire se cargaba, las ventanas se empañaban, los espejos goteaban, encontrábamos la fuente de donde todo emana.

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