lunes, 31 de octubre de 2011

Tic, tac, tic, tac...

Tic, tac, tic, tac...

Tic, tac, tic, tac...

Tic, tac, tic, tac...

Ni paro, ni perdono. 


Rima XI


—Yo soy ardiente, yo soy morena,
yo soy el símbolo de la pasión,
de ansia de goces mi alma está llena.
¿A mí me buscas?
—No es a ti, no.
—Mi frente es pálida, mis trenzas de oro:
puedo brindarte dichas sin fin,
yo de ternuras guardo un tesoro.
¿A mí me llamas?
—No, no es a ti.
—Yo soy un sueño, un imposible,
vano fantasma de niebla y luz;
soy incorpórea, soy intangible:
no puedo amarte.
—¡Oh ven, ven tú!

domingo, 30 de octubre de 2011

Llovía, llovía dentro y fuera. Él siempre se controlaba, lo había aprendido a lo largo del tiempo, a veces no mostrarse era la mejor defensa, el mejor ataque. Ella no podía, no podía parar de llorar, haciéndole sentir peor y peor.

Habían pasado tantas cosas juntos, tantas risas, tantas tardes de chocolate, tantas carreras bajo la lluvia. Pero ahora eran sus ojos la tormenta, y él no podía evitar mirarla con cierta pena. Todo empieza y acaba, ley de vida.

Y ella lloraba y lloraba, y solo pedía migajas. Migajas que él no puede darle, porque no se las merece, porque no puede regalar migajas que esconden cristales. Cristales que laceran, cristales que matan, cristales que les separan.

Cristales que amortiguan hasta que no se siente nada.

sábado, 29 de octubre de 2011

jueves, 27 de octubre de 2011

Las palabras curan, las palabras matan.
Labios que acarician y lenguas envenenadas.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Escribir para olvidar

Escribía para muchas cosas. Rellenaba formularios, escribía órdenes, firmaba documentos, pero todas carecían de sentido cuando tomaba la pluma y el papel. Él escribía para olvidar, escribía cartas a sus amantes olvidadas, cartas con sello a un cajón olvidado, cartas que se casarán con el polvo y la humedad, cartas que se llevaran sus recuerdos.

Así de triste es la vida a veces. Los recuerdos pueden sembrar sonrisas en rostros arrugados, arrancar risas en días marchitos, nublar caras iluminadas. Él decidió que ya estaba harto de que nublaran su sonrisa, de que velaran sus sueños y sus inquietudes. Tantas mujeres, tantos recuerdos y quedaba tan poco tiempo.

Pero entre todas siempre hubo una, la más grande, la más pequeña. Una a la que llamaba a la vez bruja y princesa, un amor caótico, siempre en guerra, un amor de verdad, algo que jamás podría enterrar. Hay historias que nos marcan, historias que nos hacen crecer, historias que no podremos olvidar jamás porque siempre formarán parte de nuestra identidad...

Risas, lágrimas, abrazos, gemidos, susurros, besos, caricias, llantos, gritos, y ahora todo, todo, recuerdos.